viernes, 22 de mayo de 2015

Estuve ausente


Madrid, 21 de mayo 2015

Los demás no entienden. Nadie quiere hacer el esfuerzo de entender. Sólo ladran, por que en realidad les da miedo lo que hay detrás de la permanente cortina de humo que separa de todo lo otro. En realidad les da miedo lo que hay detrás del muro. Y hablan, y hablan. Y hablan, y no dicen nada.
Sólo saben ladrar.

Pero tengo que decirte que son pocos los que aprecian –por que la hay- la belleza que late en la deconstrucción, incluso en la destrucción. En la crisis. Abajo todo y fuera. Rompedlo todo, romped todo lo que esté entero, derribad todo lo que esté en pie. Que nada de esto ya me sirve. Nada de esto es mío, nunca lo fue. Ya me lo habían dado todo. Me sirvieron la realidad en bandeja; y por piezas en cajas de Ikea, llenas de muebles con nombres finlandeses. Yo sólo tuve que seguir las instrucciones y montar. Y qué bonito quedó todo, sí, pero ya no lo quiero. Ya es escombros, ya no hay esa realidad. Mi estantería se llamaba Billy, antes de que la destrozara a martillazos de furia; libros cayendo al suelo como lluvia, libres de la prisión a la que Billy les condenaba.
Ya no hay esa realidad. No la quiero. Por que esta vida prefabricada no conoce los límites a los que puedo llegar.

Me encontré cuando estaba casi muerta. Me encontré entre la muerte y la vida cuando podía estar muriendo o volviendo a vivir. Es una frontera invisible, es un horizonte precioso que la anestesia sólo te deja apreciar tres o cuatro segundos. Y luego, sólo dormida, cruzas la frontera. Y te vuelves a encontrar a ti. Sola en medio de un desierto de ruinas. Y me pregunté si estaba viva o muerta, por que no había nadie y no había nada, sólo esa luz. Y las ruinas. Y de pronto comprendí. Comprendí que estaba viva, que, aunque sola, acababa de nacer de mis cenizas y que de esas mismas cenizas volvería a surgir mi realidad, la mía, y de nadie más.

Fui estúpida y presuntuosa, o quizá temeraria al vivir sin mañana y dejar que mi mundo se derrumbara encima de mi. Era demasiado bonito, era precioso. No supe parar, no supe escapar a tiempo de mi propia aniquilación. Fui temeraria al vivir sin mañana rozando la muerte, pero no vivía. No vive el que no tiene horizonte, sólo busca, desesperadamente, sólo puede buscar. Corriendo siempre. Busca respuestas que llegarán, ojalá alguien me lo hubiese dicho, después, sólo después de haber olvidado las preguntas.
Y recuerdas el proceso: destrucción, construcción. Pregunta y respuesta. Origen y fin. No hay fin, no hay nada de eso. Nada que importe más que el mientras.
Mientras, nosotras viviremos con todas nuestras ganas. Mientras tanto no. Mientras tanto los perros ladrarán, los cerdos seguirán retozándose en su propia mierda y los burros seguirán tirando de pesados carros de mentiras y bajando las orejas ante la vejación. Y tendrán éxito, lo tendrán, en esta sociedad que es, tal y como escribe Orwell, una granja de mediocres megalómanos. Ellos seguirán no viviendo y sólo funcionando, de la manera planificada, y no sentirán ningún vacío, no sentirán ningún dolor.

Mientras tú, mientras yo. Sin muros ni cortinas que nos enajenen del mundo. Saldremos y entraremos dentro de nosotras mismas, vomitando monstruos , comiendo mariposas. Viviendo las metáforas que no se pueden escribir, falsos poetas, sin antes haber vivido en ellas. Sentiremos la tierra vibrar. Por que todo vibra, aunque sea muy despacito. Por que la vida hace vibrar.

Conquistar la vida


Conquistar la vida y no el mundo
La vida, más inabarcable que el lugar.

Me sentía como si una guerra civil hubiese arrasado mi interior
Escombros de escombros muy adentro.
Por qué tuve que ver esas cosas y quedarme viva
sólo por fuera.
Porque tras el hambre y el dolor de mil heridas, aprendí.
Aprendí que las manchas de sangre
nunca se borran del todo.

Y ahora, mi obsesión por las huellas y las marcas.
El símbolo.
Mi obsesión por la sangre ,
porque en la sangre
sentí la acritud de la vida que se derrama.
He dejado manchas de vida en
cada rincón violento de mi carrera hacia la nada.

Vivir derrochando la vida, profunda, roja, se
parece tanto
a morir.
O son los otros los que mueren
alrededor.

La catarsis y la violencia de un ritual
tan inevitable como el mundo.
En realidad no hay ninguna diferencia,
y no nos gusta lamernos las heridas.

Ensuciarse la vida
por contagio hemático.
Al amar
Ensuciarse al respirar.

Empecé a pensar el tiempo en distancia,
en trayectos siempre iguales.
En la frecuencia de su repetición.
Empecé a medirlo en precio.
No se puede perder el tiempo porque
se necesita tiempo para hacer dinero.
Producir, dinero, y más dinero.

Y luego, por más que compres,
por más que pagues,
no eres ni más ni menos que el último yonki de esa chabola,
el último, igual que todos.
Y los demás a ti también te ponen precio
y te miden en dinero.
Así es en el vertedero
al igual que lo es en el mundo,
pero sin hipocresía.

Un día me di cuenta de que había olvidado
cómo vivir sin ello,
cómo vivir de otra manera.
Que había otra manera de vivir.
¿Y la hay? sin esconderse, ¿la hay?

Porque en imposible perder la noción
de la realidad una vez que
la cadencia de tus horas
la marca la espera
entre una dosis y
otra dosis
de cualquier cosa.

Las medidas cambian,
Todo se vuelve laceración y exacerbado consumo.
Consumo. Retener
el humo
y dejarse morir hasta la siguiente inhalación.

Así fui acumulando muerte
así el peso,
la inanición,
así la aguja,
las venas destrozadas
la parálisis.

Quiero sólo dormir en el margen
que la narcosis deje entre un amanecer
y otro amanecer.
He perdido todo el interés y
crecer ya no sé si puedo
en una paréntesis
cada vez más cerrada,
entre las páginas de un libro,
escrito en una lengua que ya no sé leer.

Pienso que mi pasado es más olvido que pasado.
Que quizá el futuro existió,
más grande que un presente que ahora,
a lo sumo, será sólo una vaga intuición de lo que luego
recordarás.
Este momento.
¿Cuál momento?
¿Què?
Que ahora todo ha perdido consistencia
que mañana ya no cabe dentro de mi capacidad de proyección.
Ya no soy .
No soy nada, nada.
no soy mi pasado porque llueve
y las huellas se han borrado

Ahora lo que soy se materializa
en una única huella indiferenciada de sangre
tatuándose en esta piel
que no es mía.
Mi cuerpo ya no es mío, nada es mío.
Nada más.

Y sólo niebla y humo llenan
la distancia sin nombre
que me separa de la siguiente paréntesis.
Mientras el resto se para,
se convierte en ceniza y
Sólo la sangre
lenta
abre fisuras en la nada.

Eco de añoranza y desengaño
Nudos  imposibles
en la espiral de las líneas paralelas de mi fuga perpetua.
El vacío excavado en túneles kilométricos que me atraviesan el alma.

- Ahora lo sé. Por culpa del amor.
La culpa es amar y haber amado. –

Y la intuición de que,
 en un tiempo lejano,
había una pregunta.
Que ahora tengo la respuesta, la tengo
después de tantos años.
Pero no recuerdo la pregunta.
No recuerdo la pregunta.
Es la pregunta la que, no sé cuándo, olvidé entre mil cosas.
La olvidé entre mis escombros.

Y la respuesta espera,
languidece,
Que había otra manera de vivir.para nada.
La respuesta se desangra.
Ensucia el suelo.
Y aún no se quiere morir.