Resulta sencilla
de comprender la clásica distinción entre Ser y No Ser si bien la idea de
Devenir, así como el acto y la potencia aristotélicos aporten cierto grado de
complejidad añadida.
Sin embargo, el
paradigma emergente parte de una base distinta. Para nuestro entendimiento,
acostumbrado durante milenios a pensar la realidad como doble, es prácticamente
imposible de concebir un soporte alternativo para la comprensión del mundo que
se encuentre fuera del consagrado dualismo ontológico.
Lo que se aproxima es una configuración de lo real en la que lo real abarca no ya sólo el Ser, sino
que extiende su abrazo unificador hasta incluir en él, el No-ser incognoscible.
La raíz del
mundo y de la vida deja de ser dual y se conforma, gradualmente, un arché de
infinita extensión, un conglomerado indefinido e ilimitado de realidad sin
individualizar.
En el principio
de la creación y el conocimiento se integra ese misterioso No ser, que guarda un estrecho vínculo con todo lo que es
oscuro, irracional, caótico o ilusorio.
El resultado es
que la experiencia vital se expande ilimitadamente; la inclusión del No ser
añade a cada cosa su dimensión correspondiente de ineliminable vacío, de indescifrabilidad
y de misterio. Estos elementos imprimen una nueva manera de constituirse de las
cosas como "no-del-todo-determinadas", potencialmente ilimitadas, intrínsecamente abiertas.
El devenir
pierde su acepción negativa de corruptor de esencias, para convertirse en
natural sucesión de ser y no ser en el tiempo, que, a su vez, aporta el factor
del perpetuo cambio como elemento constitutivo de todo el universo y de cada
uno de sus componentes individuales.
La apertura al
cambio, la semilla de la indeterminación implantada en la base más profunda de
todo lo que se constituye en sí mismo y para el conocimiento es decisiva en la
conformación de un Universo radicalmente distinto.
Nuestro será el
sueño de un Universo libre, poblado de seres individuales, hombres, animales,
plantas, piedras, aire, y cosas; tantas cosas, que serán, a su vez libres. Entendiéndose por libertad, en este caso, no
el libre albedrío personal, exclusivo de los hombres, sino una
libertad radical, de configuración de la cosa siempre haciéndose a sí misma, en el
flujo eterno de ese río que es y no es a a vez el mismo río.
(...)
Fotografía: -viento solar-
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