domingo, 26 de enero de 2014

Nocturno nº4


(...continúa)


Resulta sencilla de comprender la clásica distinción entre Ser y No Ser si bien la idea de Devenir, así como el acto y la potencia aristotélicos aporten cierto grado de complejidad añadida.
Sin embargo, el paradigma emergente parte de una base distinta. Para nuestro entendimiento, acostumbrado durante milenios a pensar la realidad como doble, es prácticamente imposible de concebir un soporte alternativo para la comprensión del mundo que se encuentre fuera del consagrado dualismo ontológico.

Lo que se aproxima es una configuración de lo real en la que lo real abarca no ya sólo el Ser, sino que extiende su abrazo unificador hasta incluir en él, el No-ser incognoscible.
La raíz del mundo y de la vida deja de ser dual y se conforma, gradualmente, un arché de infinita extensión, un conglomerado indefinido e ilimitado de realidad sin individualizar.
En el principio de la creación y el conocimiento se integra ese misterioso No ser, que  guarda un estrecho vínculo con todo lo que es oscuro, irracional, caótico o ilusorio.
El resultado es que la experiencia vital se expande ilimitadamente; la inclusión del No ser añade a cada cosa su dimensión correspondiente de ineliminable vacío, de indescifrabilidad y de misterio. Estos elementos imprimen una nueva manera de constituirse de las cosas como "no-del-todo-determinadas", potencialmente ilimitadas, intrínsecamente  abiertas.
El devenir pierde su acepción negativa de corruptor de esencias, para convertirse en natural sucesión de ser y no ser en el tiempo, que, a su vez, aporta el factor del perpetuo cambio como elemento constitutivo de todo el universo y de cada uno de sus componentes individuales.

La apertura al cambio, la semilla de la indeterminación implantada en la base más profunda de todo lo que se constituye en sí mismo y para el conocimiento es decisiva en la conformación de un Universo radicalmente distinto.


Nuestro será el sueño de un Universo libre, poblado de seres individuales, hombres, animales, plantas, piedras, aire, y cosas; tantas cosas, que serán, a su vez libres.  Entendiéndose por libertad, en este caso, no el libre albedrío personal, exclusivo de los hombres, sino una libertad radical, de configuración de la cosa siempre haciéndose a sí misma, en el flujo eterno de ese río que es y no es a a vez el mismo río.


(...)





                 Fotografía:  -viento solar-

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