lunes, 27 de enero de 2014

Nocturno nº5


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La libertad se instala en los cimientos de la construcción del conocimiento humano. Esto hace posible un diálogo activo entre la conciencia y el mundo, un hacerse recíproco del uno a la otra y viceversa, en un proceso que, potencialmente, no tiene fin.
El conocimiento es infinito en sí mismo y con respecto a la pluralidad de objetos y de matices en un mismo objeto (conocido), así como a las diversas perspectivas que se dan entre sujeto y sujeto (cognoscente).

Conciencia y mundo se emancipan así de la vieja e inquebrantable "Dictadura del Significado". Quedamos eximidos de la servidumbre, a la idea, de la contemplación extática de las Esencias.
El devenir será ley universal.
Nos asomamos febriles, por vez primera, al abismo y al caos que habitan en nuestro interior. El abismo y el caos que incesantemente imprimen la belleza al mundo, la diversidad, el movimiento, su hermosa complejidad.

El mundo posee una complejidad potencialmente inagotable en su estructura; por consiguiente resulta potencialmente interminable el proceso de aprehensión de los objetos. El conocimiento crece, se modifica o se especializa ilimitadamente: la relación entre yo y lo demás es un intercambio vivo y constante. La conciencia vive inmersa en el disfrute de las pluralidades, en contacto directo con las cosas. (-El Ser de perfección estática del dualismo ontológico posicionaba las esencias en un más allá inaccesible,  imposibilitaba la participación en la naturaleza profunda del Universo y el conocimiento experiencial de la cosa como unidad: todo siempre era sólo mitad-).

Derrumbada queda la totalidad del compendio de sistemas de significación; a polvo y ruinas macilentas será reducida toda arquitectura conceptual.

Las palabras remiten a conceptos, que remiten a cosas, realidades experienciales que, en último término, se disuelven en la alteridad infinita y en la corriente disolutoria del Devenir.
El lenguaje es, en este sentido, un triple alejamiento con respecto a la realidad, una progresiva abstracción hasta el símbolo, en ello consiste el reductivismo propio de toda significación virtual.

Tengo razones para pensar que pronto resultará imposible, para el hombre del mundo unificado, incluso el acto de hablar. Nos será ajeno el Verbo, ¿Lógos? ¿Qué Lógos?
Contemplaremos la palabra desintegrándose gradualmente hasta la más pura y luminosa vacuidad.

Y no nos quedara más que callar.

Callaremos en la inmensidad del espacio sin lugar, en la que todo es el mismo lugar. No-lugar. No ahora no antes no después. Solamente constante y siempre, todavía.


(...)

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