martes, 7 de enero de 2014

Nocturno nº2


          -continúa...


A veces se producen interferencias. ¿Cómo explicar una interacción entre el plano de la existencia y el de la no-existencia? A veces la sensación ofrece al hombre experiencias que se encuentran más allá de su horizonte ontológico. A veces, un destello de Nada acerca a lo inacercable, a la inmensidad… o a otra cosa, que quizá nuestro sistema de significación sea incapaz de expresar.
Yo no alcanzo. No alcanzo a pensar allende una categoría; porque es insuperable la categoría última de existencia, que traza el linde de lo pensable. Abarcamos sólo lo que cae dentro de los límites del ser y lo que no es pensable, no es. 
Sin embargo (-sapere aude-) tal horizonte no es más que una frontera artificial de la razón, y el hombre no es sólo razón. Hacemos la realidad pensable para que no nos abrume, para dominarla; pero intuimos, íntimamente intuimos que presente-al mismo tiempo-en todas partes-más y más dentro-más-y más fuera-y latente… Latente sentimos Todo. Todo más allá del ser y el no ser. Todo sin distinción, en la Vida.

Estoy tratando de hablar (-y no puede ser sino en términos de desvarío-) de una dimensión desconocida -pero no ajena-, incomprensible por medio del modelo apriorístico de aprehensión; y, sin embargo, presente incluso en la experiencia del día a día de cualquier persona. Cual(no)quiera (no) estando (no) aquí, .no. también siquiera en otra parte.

En este “no” antepuesto que incluye en la definición la negación de la definición misma, es en lo que consiste la emancipación del immemorial sometimiento al Ser. (No)somos ni no somos o somos, sino que solamente vamos (o llegamos, para inmediatamente volver a ir) a través de un universo vacío.

Y es así, que como no-permanencia se configura la esencia humana. Esencia humana, en referencia a los no-lugares de Auge, como tránsito continuo entre ser y no ser.
  
Descubro sólo hoy (-sólo ahora-) que en un nuevo marco ontológico  in fieri nos define la no-definición. 
Definición, por antonomasia, es primariamente localización del ente a través de las formas cuándo y dónde, individuación apriorística y subsunción a las categorías. Y esto significa que sólo lo estático es susceptible de ser definido.
Llamamos esencia a lo que es constitutivo, definitorio de algo. Esencia es, en el horizonte de una ontología emancipada, impermanencia; a saber, movimiento aleatorio y perpetuo hacia ninguna parte. El iter inercial nos mantiene en un estado de constante tránsito, lo cual imposibilita la individuación (condición primaria de la definición) del ente/cuerpo a través de coordinadas.

La paradójica conclusión a la que se llega a partir de las premisas enunciadas es que -quod erat demostrandum- nos define (= es constitutivo de nosotros) la no-definición (entendida como movimiento imposible de acotar, estado dinámico que nos hace inaprehensibles en lo que concierne a la extensión, la posición y la duración).

La no-definición nos define como trayectorias en la oscuridad. Oscuridad en cuanto que el escenario del despliegue dinámico es un plano que se encuentra más allá de lo que la razón puede abarcar: realidad meta-dimensional, ajena a la medida. Es la noche, es el Caos.


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- * - ¡Y no nos habíamos dado cuenta! Abre los ojos, ¡ya no hay limites! La realidad ha rebasado las promesas de cualquier quimera. La Vida ha superado la imaginación. - * -
A la luz del sol y de las estrellas, dentro de la experiencia misma de continuidad de la vida, se produce el convulsivo cambio de la transubstanciación. Su acción alcanza e impregna todos los ámbitos de la experiencia humana. 
Su despliegue es absoluto, y es silencioso, ya que el silencio es la máxima expresión del misterio, que envuelve en su aura los prodigios más hermosos de la creación: nacimiento, muerte, vida, la belleza, el amor… 

(...)





Max Ernst, "Treinta y tres muchachas salen 
a cazar la mariposa blanca" (1958)

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