domingo, 2 de febrero de 2014

A destiempo



Te conté las historias

del hambre y del hielo
y estabas callado
callado, tus ojos azules de mar
esperando esperanza
espirales de polvo y
de viento,
callado.
Mi absurda hemiplejia,
tus impávidos vuelos.

Decidí y entendiste
sin dejar que la pena vibrara
en mi voz, sin dar espacio
a la duda, mejor no llorar.
Sin saber ni siquiera
qué estaba eligiendo
a cambio de nada,
todo cedí a un ayer inventado
aun siendo hoy,
renunciar.
Demasiado ahora, la luz de
septiembre, preciosa, yo quería
demostrar que era fuerte.
Que podía alejarme de ti
sin perderme.

Pensamos que decir adiós
no siempre dejaba ceniza
en la boca.
Pensamos
que el fuego sería
siempre fuego
las llamas, la vida
da vueltas
la vida, se sabe
esa vida
era nuestra.

Y en la ciudad del destierro
millones de años octubre habría
llevado tu olor
y el aire de invierno
el sabor de la sangre y
del hierro.

Cómo iba a seguir con lo mío
y tú estando tan lejos
y acechando las sombras,
el frío
Los ovillos de alambre
tristeza de escombros
rotos los trozos de cosas
y ventanas rotas de casas.
Mi pasado
roto también
mil momentos de sol.
Recuerdo y olvido fragmentos
de tiempo
yendo y volviendo,
ya tarde
a destiempo, lo sé
miro atrás.
Y está bien, todo bien
medio coja adelante
atrás el resto de todo.
Si paro a la mierda
si lo pienso reviento.
Y no te lo digo
no puedo no
importa ya nada.
Lo siento, mi vida. Lo
siento. Lo siento.

Aún no he podido escribir una sola palabra
que no te contenga.
No he empezado a vivir
la llovizna es inútil
no me limpia el pasado,
no apaga tu incendio.

Todas las aceras de esta ciudad
gritando tu nombre y yo
nado entre ausencias
sin dejar de sentir el
dolor incesante
de tanto





tanto





tanto




tanto









silencio.











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